FINAL DE LA VIDA. El enfermo terminal.

 

Este trabajo documental protagonizado por Carlos Cristos,  tuve la oportunidad de verlo en otra ocasión, quizá hará un par de años o tres. En ese momento, sin embargo, el hecho de sentarme al sofá y estar un buen rato mirando un documental de esta temática se me hacia sumamente deprimente. Tras estos años,  y a lo largo de la carrera intenté matricularme en asignaturas que tratasen el tema de la muerte, ya que lo tenía, como tanta gente en esta sociedad desnaturalizada, muy estigmatizado.

Era y soy consciente de la necesidad de normalizar el tema de la muerte y sobre todo de la ayuda a morir. Me he dado cuenta, que las personas que saben que van a morir, lo que necesitan realmente, es notar la cercanía de la gente que tienen a su alrededor, necesitan que los demás hagan el esfuerzo de asumir, al igual que ellos, que están en la última etapa de su vida y que le acompañen, haciéndole este camino lo más cómodo posible.

Hay personas que debido a este miedo a la muerte, a la idea de dejar de existir, a la enfermedad, huyen de los enfermos terminales. Creo que esta es una consecuencia de la tecnificación de la muerte, así como de la actual sociedad enfocada en el poder de lo joven y eterno, objetivos imposibles a largo plazo. Por lo tanto sería necesario empezar a ver la muerte como una etapa más de la vida, por la que todos vamos a pasar y también deberíamos dejar de desvincularla a cada uno de nosotros, por el hecho de ser todavía jóvenes o estar sanos.

Me doy cuenta que el enfermo terminal, en su fuero interno, nunca pierde la esperanza de poder superar su enfermedad y seguir en el mundo de la vida, y este apego a seguir vivo es propio de la humanidad. Esto lo apreciamos,  incluso en nuestros reflejos inconscientes: no podemos dejar de respirar por voluntad propia, en el último momento no nos queda más remedio que abrir conductos y dejar pasar el aire; no podemos provocar que nuestro corazón de pronto deje de latir, por más que nos concentremos; incluso, personas que se encuentran en situaciones muy difíciles, fantasean con la idea de morir, pero les resulta tremendamente difícil llegar a la determinación de quitarse la vida. Por lo tanto el moribundo, no es diferente, aunque en periodos de lucidez puede estar convencido de que le queda poco tiempo y de que no hay nada que hacer, hay otros momentos en los que se derrumba y tiene miedo a ese momento final, a dejar de existir, a ser olvidado, a que todo se apague definitivamente. Por otro lado, también trata de pactar, de encontrar la manera de quedarse aquí, no se da por vencido.

Estas sensaciones aparecen tanto en el enfermo como en la familia y seres queridos, y en ocasiones incluso a profesionales de la salud. Y esto, sinceramente, no considero que sea algo negativo, creo que a veces hay que jugar con la fuerza interna que tenemos y apoyar la vida y acompañar la muerte, pero con la fantasía de la vida, porque de otra manera querríamos morir de inmediato, ya que todo carecería de sentido, si fuésemos conscientes a cada momento de que los logros y las acciones en nuestra vida van encaminadas a ese final. Por lo que considero que hay que ir de la mano de la vida mientras exista, sin perder de vista que en algún momento se acabara, pero sin hacer de esa etapa un drama.

También veo, que a la gente le asusta no dejar huella en la vida, no perdurar en la memoria de los demás. Pero ese recelo se puede paliar, en el caso de la familia, haciéndole conocedor de la importancia que tiene para ellos, de todo lo que ha hecho a lo largo de su vida.

Tampoco creo que sea conveniente tratar a esta persona como un niño o de manera muy distinta a como se le había tratado hasta ahora, sino mas bien hacerle notar nuestra presencia, disposición, comprensión y cariño, sin que llegue a parecer compasión.

De todos modos es un terreno complicado el de la muerte, y creo que queda mucho por trabajar en este sentido, y considero que un buen comienzo sería, proponernos hablar cada uno un poco mas de nuestra muerte, o por lo menos familiarizarnos con el hecho de que nos llegará. Podemos hacer la reflexión de cómo nos gustaría ser tratados en ese momento y recordar nuestras palabras cuando tengamos a una persona delante que se encuentre en esa situación, porque aunque cada persona es distinta y vive las etapas de distinta manera, tenemos un final común, y todos nos merecemos un adiós digno.